25 may 2007

El mundo sin lentes


Como aprender a caminar descalzo, entre piedras
Como perder el rumbo en una tormenta de arena
Como navegar de noche, sin faro a la vista
Como salir a la calle desnudo y no sentir vergüenza
Como querer más a la gente, sin conocerla siquiera
Como desprenderse de la máscara y también del rostro
Como viajar en autobús de tercera, y aun así, sentirse agradecido...

17 may 2007

Cable a tierra

De un año a la fecha tengo en mi vida un cable a tierra.
Podría llenar páginas enteras hablando de él
pero es casi seguro que me quedaría corto.

Consciente de la imposibilidad de la palabra escrita
y a riesgo de forzar los límites de lenguaje
expreso una idea que describe lo que siento.
Y ésta es que a veces, cuando me imagino sin él, el mundo se vuelve un lugar triste.

Por eso lo cuido, por eso lo quiero tanto…

14 may 2007

En el día de los profes...


No conocí bien al doctor Ayala, aunque jamás me perdí una sola de sus clases.
Me gustaba su forma de enseñar. Sencilla, sin dejar de ser rigurosa. Apasionada, al punto de suscitar el contagio entre sus estudiantes. Tolerante y crítica al mismo tiempo, virtud escasa entre los profesores de la UNAM siempre propensos a ideologizar y a tratar de imponer su postura en el aula de clases.
José Ayala sabía combinar sus experiencias personales, con anécdotas de la vida cotidiana y referencias a los autores clásicos y contemporáneos, como método para explicar el modo en que la economía —y de modo más particular “las instituciones”— afectaban prácticamente todos los aspectos de nuestra vida. En ese sentido, mi deuda con José Ayala es impagable. Durante sus clases, renació el interés por una carrera que hacía mucho tiempo había dejado de emocionarme.
José Ayala fue el sinodal con quien yo más deseaba discutir mi tesis de licenciatura y fue el único que no se presentó el día de mi examen.
Fue el único maestro con quien me quedé con las ganas de darle las gracias.
Y el único también, cuyos libros retomé durante el posgrado más de una vez como fuente de consulta inagotable.
La vida tiene extrañas formas de ponerse a mano con los que ya no están y saldar las cuentas que se pensaron alguna vez pendientes.
Ayer por casualidad, me enteré que era posible que el doctor Ayala no hubiera asistido ese día a mi examen porque le habían detectado cáncer. También de que pese a la rapidez con que se extendió su enfermedad no faltaron muestras de respeto y agradecimiento por parte de sus estudiantes. Y que debido a sus aportaciones a la academia existe una cátedra en la facultad que lleva actualmente su nombre.
Vaya pues este post, a modo de homenaje.