2 nov 2007

El espíritu del viaje

Llevaba semanas intentando redactar un post sobre el viaje, pero muy pronto comprendí que era inútil. La razón es simple: escribir es un acto que exige atemperar las emociones, y yo francamente, sigo todavía emocionado.
Fue entonces cuando concebí la idea de subir una foto.
Sin embargo, después de una prolongada y meticulosa inmersión en mi archivo, fue más que evidente que ésta tarea planteaba un reto aún más difícil.
¿Con qué fotografía quedarme? ¿Cuál que representara el espíritu del viaje?
Pensé primero en Londres, porque de algún modo el viaje inició y terminó ahí, pero luego recordé cierta tarde en Praga, a la orilla del río Moldava, donde nos hicimos una foto que a mí me gustó mucho. Luego, dudé ante la clásica estampa parisina en el café o en un puente. O frente a las típicas de museos o aeropuerto.
Me percaté entonces de lo limitado que puede resultar una imagen para expresar una idea o un sentimiento apropiado.
Al final opté por eliminar las panorámicas y los monumentos icono para escoger la fotografía que encabeza estas líneas.
El lugar importa poco. Si algo te queda claro cuando viajas es que no es el sitio, sino la persona —la actitud que la persona asume cuando viaja— lo que merece ser contado. Y que de todas las cosas nuevas y admirables con que uno suele toparse, es el paisaje interior, aquel que se teje de modo imperceptible y sutil durante los días de peregrinaje, el que revela la imagen más bella, la más memorable.

1 comentario:

Laia Jufresa dijo...

atemperar!?!?! pfff

(qué bonito suena el viaje en la foto)

abrazo