18 ene 2010

Principio y fin de ciclo

A mediados de 2005, cuando este blog recién daba sus primeros pasos, sufrí las consecuencias de algo que ahora -al paso de los años- concibo como la simple y llana renuencia a cerrar un ciclo.
Aferrado, como solía ser en aquella época, me negaba a todo aquello que implicara un cambio. ¿Para qué moverse si las cosas no están tan mal? razonaba, sin darme cuenta que no eran razones, sino temores los que me tenían paralizado. Temía, quizá porque nunca tuve mucho, equivocar el camino y perderlo todo.
Una noche (aún la recuerdo) harto de mis intentos por conciliar el sueño salí a caminar. Hacía frío y yo no lo sentía. O peor aún, lo sentía, pero no me importaba. Estaba en plan de melodrama, así que recorrí durante un par de horas los alrededores imaginando que no regresaba a casa.
De pronto, aún no me queda claro cómo, caí en la cuenta de lo ridículo de mi actitud.
Me negaba a desprenderme de las cosas acumuladas, como si eso dependiera de mí. Quería evadir el hecho de que la mayor parte de ellas habían mudado hace tiempo de lugar. Y que yo seguía ahí, resguardando a capa y espada lo poco que quedaba.
Decidí esa noche, durante el largo camino de regreso, que al día siguiente habría limpia. Y que nadie saldría indemne, ni siquiera yo.
Este año comienza así, como esa melodramática caminata nocturna.
He andando los primeros días de enero de un lado a otro, sin decidirme a cerrar el ciclo que sin saberlo, inaugure esa fría madrugada, hace ya cuatro años.
Temo, como temía en aquellos días, perder en el trance lo acumulado. Pero temo más, que el mundo avance y que me quede yo. Así que en esta ocasión no voy a aferrarme.
La limpia que inaugura mi nuevo ciclo de vida comienza hoy.

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