9 dic 2005

Breves de un viernes


De la frase hecha
Aunque suene a lugar común, amar no es algo de lo que podamos arrepentirnos. Así que en vez de quejarnos y repartir responsabilidades como si fueran pedazos de pastel, lo más sensato que nos queda es asumir los costos de la felicidad perdida. Al contado o en cuantiosas mensualidades, pagar el precio y ya. A ese vulgar acto mercantil se resume todo.

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De lo sempiterno
El verdadero problema es que uno no puede dejar de amar aquello que amó algún día. Es como una especie de axioma. Si fue verdadero, si realmente existió, entonces no se termina nunca. Tampoco cambia. Sólo, quizá con el tiempo, se puede dejar de sufrir.

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De la mano invisible
Lo dijo Adam Smith: "laissez faire, laissez passer". No se me ocurre otro consejo mejor para superar un desengaño.

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Del dilema del eterno regreso
Supongamos sólo por suponer que sucede. ¿Y luego?

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De lo imposible y lo improbable
Imaginemos a dos personas que se aman separadas una de la otra. Ambas, por razones que sólo ellas conocen, descartan la posibilidad de un reencuentro. Y como tienen motivos fundados para propiciar que éste no suceda nunca, lo más probable es que su empeño fructifique. Hasta ahí vamos bien. Lo imposible (y esto es lo que ambos desconocen) es que puedan llegar a olvidarse algún día. En las tardes de invierno se recordarán con tristeza como aquello que pudo ser y no fue. Y esa es la verdadera tragedia.

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