10 sep 2007

Falling Man


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The Falling Man es el título de una fotografía tomada por Richard Drew durante los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas. La imagen muestra con impecable claridad la figura de un hombre cayendo al vacío en un intento desesperado por escapar del fuego que consumía los pisos superiores de la Torre Norte del WTC.
Cuando la fotografía salió publicada en los diarios norteamericanos, numerosos sectores de la opinión pública estadunidense se encolerizaron. ¿Con qué derecho se violaba la privacidad de un ser humano al momento de su muerte?
Richard Drew, el fotógrafo, respondió a varias opiniones diciendo: “Esta fotografía muestra cómo afectaron los atentados a las vidas de la gente en esos momentos, y creo que eso explica por qué es una imagen importante. No fotografié la muerte de esa persona. Fotografié una parte de su vida. Eso es lo que decidió hacer, y creo que conseguí inmortalizarlo.”
Sin embargo, la andanada de críticas, propició que los medios de comunicación la pensaran dos veces antes de volver a sacar a la luz las imágenes más crudas de la tragedia. En acto de abierta autocensura, los medios optaron por publicar sólo aquellas fotografías que representaran actos de heroísmo y sacrificio.
Tuvieron que pasar más de cinco años para que un canal de televisión extranjero emitiera el documental 9/11: The Falling Man, sobre la fotografía y su historia. En este trabajo, se lanza la hipótesis de que el hombre de la fotografía era Jonathan Briley, un técnico de sonido del Windows on the World, el restaurante de lujo que ocupaba la azotea de la Torre Norte.

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Todos sabemos dónde estábamos exactamente el día 11 de septiembre de 2001. Frederic Beigbeder, el célebre escritor francés, asegura que la primera noticia que tuvo de los atentados la recibió en el sótano de la editorial Grasset, en París, a mitad de una entrevista. Pegado al único televisor, ubicado en la planta alta de la editorial, el escritor contempló durante las siguientes horas las secuencias del choque de los aviones, las torres ardiendo como antorchas olímpicas y muy posiblemente, un primer plano donde se mostraba la trayectoria de un hombre precipitándose en caída libre desde la Torre Norte del World Trade Center. Beigbeder no lo dice, pero yo sospecho que fue en ese momento cuando decidió que tenía que escribir una novela.
La publicación de Windows on the World tres años después de los atentados del 9/11, rompió con la autocensura que de los medios de comunicación norteamericanos, se había propagado hacia las diversas expresiones artísticas, y de manera muy particular, hacia la literatura.
“La realidad misma hace difícil de esta novela hiperrealista —escribe Beigbeder en uno de los capítulos más autobiográficos de su novela—. Desde el 11 de septiembre la realidad no sólo supera la ficción, sino que la destruye. No se puede escribir sobre este tema, pero tampoco se puede escribir sobre otra cosa. Ya no hay nada más que nos concierna.”
La de Beigbeder, es la primera gran reflexión, desde el ámbito de la ficción, sobre los acontecimientos que cimbraron a Nueva York y al mundo en septiembre de 2001.
El escritor francés no se guarda ningún detalle. En ese sentido, la novela es realista y al mismo tiempo cínica. Sin un gramo de pudor, Beigbeder nos relata cómo pudieron ser los últimos minutos la gente atrapada en las torres. A lo largo de las páginas de este libro es imposible no conmoverse frente a la desesperación e incredulidad de aquellas personas condenadas a morir, así como su inútil y atormentada lucha por la supervivencia.
Como toda novela basada en un hecho histórico, el final es lo menos importante, aunque en este caso creo que podría hacerse una excepción: en el último capítulo, el personaje principal se lanza al vacío desde las ventanas del Windows on the World.

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Después de publicar en 2001 En las ruinas del futuro —un ensayo de urgencia escrito poco después de los atentados del 11 de septiembre— era sólo cuestión de tiempo para que Don Delillo, uno de los escritores norteamericanos más reconocidos y venerados de nuestra generación, se propusiera novelar su propia versión del 9/11.
El título de su nuevo libro, Falling man, alude a la controvertida foto de Richard Drew, que muestra el salto al vacío de un hombre desde una de las Torres Gemelas.
De la novela no puedo decir mucho. Don Delillo es un autor de culto, de ventas modestas, pero de fieles seguidores. Publicada a mediados del 2007, es de esperarse que la novela llegue a las librerías mexicanas hasta finales de año. Sin embargo puedo adelantar, que de acuerdo a las reseñas publicadas en suplementos y revistas especializadas, Delillo se aparta de su tendencia a escribir la Gran Novela Norteamericana, para construir un relato intimista que se centra, más que en los atentados terroristas, en el ambiente de desolación y vacío que predomina en Nueva York en la era “post” nueve de septiembre.

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¿Somos hombres cayendo al precipicio? ¿Somos, en verdad, esos “falling man” sin futuro seducidos y enajenados por el vértigo de la caída?
Movido por la curiosidad busqué en internet alguna foto que me diera una idea de la carátula del nuevo libro de Don Delillo. Después de un par de intentos, constato con curiosidad que la portada guarda ciertas semejanzas con la fotografía que la editorial Anagrama decidió utilizar para la portada de Windows on the World. Se trata de una imagen sugerente y simbólica que nos dice mucho de las aspiraciones y de las esperanzas que hemos aprendido a construir desde aquel fatídico día en el que nuestra percepción de las cosas cambió irreversiblemente. Y no. No es la fotografía de un hombre que cae al vacío. Es la imagen de un cielo azul, luminoso, cubierto de nubes.

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy buen texto, Álvaro. Lúcido y sentido. Justo por estos días empiezo a leer precisamente 'Falling man'.
Un gran saludo.