La he ejercitado durante los últimos años de manera constante con resultados más o menos satisfactorios. Pero a veces uno se cansa, y en vez de asumir la dirección natural de las cosas, se rebela a la menor provocación frente a lo inamovible. Entonces uno despotrica, mienta madres, se tortura con aquello que pudo ser y no fue. Y aunque al final del berrinche uno termina terriblemente cansado, hay algo de paz y de alivio en ese desplante. La parte más cruda del exorcismo es la antesala de la sanación.
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