18 ene 2008

La nueva de McCarthy



No es un secreto que uno de los temas vitales y literarios que más me obsesionan —obsesión entendida como hambre de conocimiento y afán de comprensión— es el de la paternidad. De ahí que ciertos autores como Philip Roth, Paul Auster, John Irving, Gerardo Kleinburg, y otros con similares preocupaciones ocupen un sitio privilegiado en mi biblioteca particular y que gran parte de mis proyectos narrativos se afanen en explorar esa relación conflictiva y ambivalente que se establece siempre entre un padre y un hijo.
Quizá por eso no fue ninguna sorpresa que The Road, el nuevo libro de Cormac McCarthy, me cimbrara de pies a cabeza. Y es que si bien conocía con anterioridad algunos detalles del apocalíptico argumento, de ninguna manera me encontraba preparado para explorar los parajes más recónditos del vínculo filial en los términos extremos que McCarthy plantea en su novela
En The Road, un hombre y su hijo avanzan hacia el sur por una carretera calcinada que atraviesa ríos pestilentes, ciudades en ruinas y paisajes desolados en los que no hay vestigios de vida, con excepción de las hordas de caníbales dispuestos a asesinar a todo aquel que se atraviese en su camino. Con un lenguaje sobrio, e incluso sombrío, Cormac McCarthy hace un recuento angustiante de la lucha por la sobrevivencia de estos dos personajes que se enfrentan al hambre y al frío, pero también a la desesperanza.
Y es que más allá del planteamiento lúgubre, lleno de incógnitas e incertidumbres con que arranca la novela, McCarthy logra construir a lo largo de su relato una reflexión acerca de la validez de ciertos valores humanos en las situaciones límite.
¿Tienen cabida el amor, la misericordia, la bondad y la fe, en un mundo que está condenado a la decadencia y a la extinción? El padre y el hijo de esta novela piensan que sí. Por eso a pesar del peligro y de las carencias a las que se someten durante su peregrinaje, ambos personajes atesoran eso que llaman el “fuego”, sabedores de que en todas las edades de la humanidad quien posee el “fuego”, posee la verdad, y quien posee la verdad, posee también el futuro.

2 comentarios:

Laia Jufresa dijo...

ay bueno bueno ya ten un hijo, no?

un sobrinito que yo pueda pasiar por carretera y decirle: cuando tu padre era joven amaba manejar en carretera, fumaba consumido por el asunto de la paternidad plasmada en papel, cuando tenía angustia comía chocolate, cuando estaba contento enseñaba todos los dientes en una sonrisota.

y él dirá: ¿pero por qué tuvo hijos? yo no pedí venir al mundo!!!

y yo diré: lee a irving, a auster, a mcarthy, a...

y él dirá: ¿leer, yo? huevaaaaaaa

y yo diré: etonces ¡canta conmigo!

y cantaremos: YO SOY UN NIÑO CANIBAAAAAAL

El Alvaro dijo...

jajajaja... resumiste un año de viajes carreteros en un diálogo tía-sobrino que esperemos tenga lugar algun día.