22 abr 2008

Ensoñación lúcida

Anoche soñé que el mundo llegaba a su fin.
Que todo a nuestro alrededor era destrucción y muerte.
Rodeados por la multitud, tú y yo huíamos juntos.
Brincábamos azoteas, atravesábamos oscuros y desérticos parques.
Nos refugiábamos en casas solitarias, que abandonábamos siempre al amanecer.
Por las noches, frente a un improvisado fuego, hablábamos de nuestros planes.
Ambos sabíamos que las ensoñaciones eran como espejismos que preludiaban las grandes catástrofes.
Aún así, las procurábamos a todas horas con una obstinación desesperada y suicida.
Mi sueño terminó la mañana en que el Ángel de la Muerte tocó a nuestra puerta.
¿Qué vamos a hacer? me preguntaste nerviosa, sin despegarte de mis brazos
Yo miré hacia la ventana y calculé el tiempo que nos llevaría desplazarnos hasta el balcón para saltar al vacío.
Luego te tomé de la mano con fuerza.
No supe más que pasó.
Estábamos juntos y no teníamos miedo.

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