26 ago 2008

Tarde de martes

Estoy de lo más distraído estos días. Hoy, por ejemplo, regresé de la calle con un ojo morado y ni siquiera sé bien por qué. Supongo que en algún lado sufrí un golpe (cosa que se me figura de lo más raro puesto que no me he quitado los lentes en lo que va de este martes). He repasado durante toda la tarde mi trayecto en el microbus, la entrevista que tuve por la mañana, el regreso a casa, y no logro recuperar el momento en el que me hice daño. Me preocupa que este tipo de cosas sucedan sin que me dé cuenta. Si eso pasa con un ojo morado, no quiero pensar lo que puede suceder con el resto de mis pendientes.
Creo que estoy pensando demasiadas cosas a la vez y eso se refleja en mis actividades cotidianas. Mi tesis, hasta hace una semana, avanzaba, lenta pero segura. Sin embargo los últimos tres días, me siento paralizado (literalmente) frente a la escritura.
Se me presentan en el horizonte un par de proyectos interesantes. Los dos me exigen tiempo y los dos –para variar– no prometen remuneración económica alguna, al menos en el corto plazo (aunque de concretarse podrían llegar a sacarme de más de un apuro).
Hay días, como hoy, en que esta suerte de “indefinición liberadora” que he escogido como opción laboral y de vida me parece insostenible. Pero tampoco quiero engañarme. Vivo como quiero, como siempre quise, y justo ahora –por azar o destino– con quien siempre quise. Así que estaría de locos quejarme.
Mañana a estas horas estaré escuchando en vivo a Fito Paez y esa será otra de esas cosas que siempre pensé hacer algún día y que de repente ocurren.
Iré pues, con mi ojo morado, mis preocupaciones a cuestas y con la emoción de saberme cumpliendo, una vez más, otro de mis caprichos.

No hay comentarios.: