11 nov 2008

Los pies sobre la tierra

Juan dice que hay que no hay que esperar nada. Yo me aferro a que se debe esperar lo mínimo. Nacho, por su parte, siente que debe esperarlo todo. Parecemos como la escala evolutiva, pero al revés. Vamos de lo más a lo menos y en la ruta de la frustración, parece imposible revertir el proceso.
Hoy por la mañana el tema salió a la plática con Myriam. Y luego, no sé cómo, se habló de las prioridades. Cuáles son las cosas importantes, cuáles las imprescindibles.
Mira que a veces hace falta una conversación de esas para poner los pies en la tierra. En cosa de media hora pasé de considerarme un realista consumado, a sentirme un tipo de lo más candoroso y crédulo. En el afán de no clavarse en la textura, mejor le paramos. Pero yo no puedo dejar de darle vuelta al asunto.
Hasta el momento un par de ideas se me ocurren. 1) O bien soy feliz con poco; 2) O bien lo poco que tengo me hace feliz. Y aunque me parece más atractiva la segunda opción, creo que lo valioso del ejercicio está en reconocer no sólo el terreno que se pisa, sino la forma y la fuerza con la que se pisa. Por lo demás, no me interesa complicarme con el viejo dilema del vaso medio lleno o medio vacío.

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