1 ago 2009

La bolsa, el violinista, y la belleza perdida

“¿Quieres ver lo más hermoso que he filmado en mi vida?”. Esta simple pregunta, en labios de un adolescente, es el preámbulo para una de las secuencias más bellas que se han filmado en la historia del cine.
El primer plano muestra a dos jóvenes que miran sobre la pantalla de televisión, la imagen de una bolsa de plástico que flota en una desolada calle, a merced del viento. La toma se cierra y el espectador sigue la trayectoria de la bolsa que se eleva en el aire y luego cae, permanece algunos segundos inmóvil, y vuelve a arrastrarse después junto con las hojas que el otoño ha dejado a su paso. La voz del narrador se escucha en el fondo:
“Era uno de esos días en que está a punto de nevar y el aire está cargado de electricidad y esa bolsa estaba bailando conmigo, como un niño pidiéndome jugar. Fue el día en que descubrí que existe vida bajo las cosas. Y una fuerza increíblemente benévola me hizo comprender que no hay razón para tener miedo. El video es una triste excusa, lo sé, pero me ayuda a recordarlo. A veces hay tanta belleza en el mundo que siento que no lo aguanto y que mi corazón se está derrumbando”.
Allan Ball, guionista de la multipremiada American Beauty, afirma que esta escena, fue atestiguada por él mismo, años atrás, mientras descansaba en la plaza de lo que fuera alguna vez el World Trade Center. Y que fue esa bolsa, una simple bolsa de nylon que flotaba traviesa sobre la explanada ubicada al pie de los rascacielos, lo que le inspiró a escribir el guión de la película que estaba destinada a arrasar con los premios Oscar.
Todos los días, desde hace ya varios meses, me acomodo por largos periodos en la mesa de un café en el centro de la ciudad, desde la cual llevo a cabo todas las labores que demanda mi actual condición laboral. El trabajo free lance tiene la peculiaridad de que te permite mantener una mirada inédita, sobre eventos que bajo otras circunstancias hubieran pasado desapercibidos. Es una cosa que tiene que ver con el tiempo. Con la capacidad para organizarlo y ajustarlo a los propios requerimientos vitales.
Más de una vez, apoltronado alrededor de esa mesa, con los ojos enrojecidos tras pasar varias horas navegando en la pantalla de mi computadora portátil; o camino a casa, después de una provechosa jornada de trabajo, me he topado de frente con uno de esos momentos American Beauty. Revelaciones efímeras en donde lo cotidiano se disuelve, y por unos instantes –sólo por unos instantes– uno puede apreciar las cosas como realmente son, y no como se nos presentan bajo el sedicioso influjo de la rutina.
Por desgracia, esos momentos son los menos. Esclavos de la sociedad de consumo, hemos asignado a lo bello un horario, un lugar, y desde luego, un precio. Nos hemos vuelto ciegos a la belleza que nos rodea. La metáfora es para nosotros un ejercicio vedado: la bolsa que bailotea en el aire, es sólo una bolsa y nada más.
El año pasado The Washington Post hizo un curioso experimento al respecto. Convenció a Joshua Bell, uno de los violinistas más reconocidos del mundo, para que acompañado de su Stradivarius, tocará a las afueras de una concurrida estación del metro.
Leonard Slatkin, director de la Orquesta Sinfónica Nacional de Estados Unidos, había pronosticado que el músico recaudaría unos 150 dólares, que poco más de 35 personas se detendrían a escucharlo y que más de un centenar echaría dinero en la funda de su violín. Pero eso no fue lo que ocurrió. Tras 43 minutos de interpretar obras maestras, habían pasado ante él más mil personas. Sólo veintisiete le dieron monedas, la mayoría sin pararse. En total, ganó 32 dólares. No hubo corrillos y nadie le reconoció. El músico que días atrás había llenado el Boston Symphony Hall a cien euros la butaca, no recibió ningún aplauso.

2 comentarios:

Laura Alvarez dijo...

Sucede también, que ante la belleza nos refugiamos en el miedo. Estamos educados para no verla, para no tenerla, para no buscarla y cuando la encontramos, no sabemos que hacer con ella.

José Jaime Valencia dijo...

Nihilismo existencial… si lo pensamos nuestra naturaleza, nuestra esencia misma, es Bella; pero como dicen Laura y Tú (damas primero), la rutina a la que la filosofía egoísta del capitalismo ha sometido a la mayoría, les ha negado la posibilidad de hallar La Belleza en Todo, e incluso les ha orillado a dudar de su existencia en algunos casos, al punto de suponer que cuando se encuentran ante algo Sublimemente Bello debe tratarse de, o algo muy caro, o algo inexistente y producto de la imaginación de alguien más, que por cierto debió haber ganado muy buen dinero por ello.
No se si al final yo también sea egoísta por sonreír al saberme capaz de disfrutar de los momentos más bellos en las cosas más pequeñas e insignificantes… sin embargo pienso que hay cosas… detalles, que son diseñados y planeados únicamente para ti, para romper tu rutina y recordarte lo que en verdad eres.
Y no puedo dejar de mencionar que, el hecho de que exista gente que le teme a la Belleza, es precisamente una de las razones por las que he comenzado a abandonar mi más grande sueño.

Alvarito, no había tenido el gozo de leerte de nuevo, el viaje está sucediendo y disfrutarlo me ha mantenido un tanto lejos, pero aquí estoy!

…Un Muy Buen Abrazo!!!