9 jun 2010

Aquí nos tocó vivir...

Hace 30 años, cuando el encuestador de INEGI visitó la casa de mis padres se encontró con una pareja, casada, con dos hijos pequeños, que vivía en casa propia. A pesar de que la pareja contaba con estudios universitarios, sólo el jefe de familia trabajaba. La mujer también lo hacía, pero sólo como ama de casa (es decir, no recibía remuneración). Toda la familia contaba con seguridad social, entre otras prestaciones sociales. Todos se declararon integrantes de la Iglesia católica.
Ayer, el encuestador de INEGI que visitó mi casa se topó con un panorama diametralmente opuesto. La pareja no está casada. No tiene hijos, y no vive en casa propia. Los dos miembros de esta pequeña familia, cuentan con estudios de posgrado. Los dos trabajan. Y uno de ellos (a sus 34 años) sigue todavía estudiando. Las prestaciones sociales en sus respectivos trabajos son mínimas. No tienen Infonavit (nunca han cotizado) y sólo la jefa de familia (el encuestador tuvo trabajo para entender que la jefatura era compartida) cuenta con seguridad social. Los dos declararon no profesar religión alguna.
Entiendo que las prácticas a microescala no pueden generalizarse, pero aun así, el ejercicio de comparar ambas situaciones me pareció muy revelador, en tanto que expone, de forma muy clara, algunos de los cambios generacionales y de contexto socioeconómico más importantes de los últimos años.
Me pregunto que será lo que nuestros hijos (o sobrinos) tendrán que decirle al INEGI dentro de 30 años.

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