21 ago 2006

Gracias Leonardo...

Este mes en Oaxaca no hubo I-Ching. Ni noches de Central. Ni gigantescas tlayudas. No hubo desvelos, ni mezcal de alacrán, ni conciertos de jazz, ni Guelaguetza. Hubo, eso sí, mucha lectura, crítica feroz pero constructiva, mucha charla sobre literatura y performance, aderezada por una improvisada lección de Tryno y Pynchón sobre la estructura de la novela. No sé si tuvo algo que ver nuestra renuencia a pisar el centro de la ciudad por temor a los maestros. O si el mail que mandó Martín desde París la semana pasada surtió el efecto esperado. El asunto es que por primera vez me sentí en un taller “riguroso”, exigente, comprometido, bla, bla, bla…. claro que toda esa seriedad se vino abajo el último día, cuando Leonardo Da Jandra tuvo a bien mostrarnos, a partir del microcosmos social que representa nuestro taller en San Agustín, por qué Oaxaca está como está. El asunto para Da Jandra es así de sencillo: si no lees y te jactas de ello, si piensas distinto a los demás, si no escribes todos los días, si te atreves a criticar el taller, entonces eres un “hijo de puta”. Y con un hijo de puta no se discute.
Aunque de inicio su actitud generó cierta molestia entre nosotros, no tardamos en concederle razón. Encerrados en un coche durante tres horas y media que duró el trayecto de regreso hasta Puebla, era inevitable que un tipo “irónico” como Pynchón, un “pendejín” como Tryno, un chava que “todo lo que toca lo convierte en literatura” como Laia, un hombre taciturno y silencioso como Tlachi y un conductor malviajadisimo por cierta llamada que no recibió durante el fin de semana, empezaran a putearse recíprocamente. El “hijo de puta” repetido hasta el cansancio, a modo de mantra, fue la única constante en nuestra conversación. Y fue, también hay que decirlo, lo más divertido del viaje.
Hoy por la mañana abro el blog de Laia y después de leer su “crónica oaxaqueña” no puedo parar de reír. A medio día me envía un mensaje por celular en donde pondera los beneficios de insultar al prójimo como forma de terapia. Pongo en práctica su consejo y después de los primeros improperios de la tarde empiezo a entender por qué Leonardo parece estar siempre tan feliz.
Justo ahora, cuando estoy por subir este post, Tryno me manda un mensaje para preguntar si sólo a él le ha hecho daño la comida en Oaxaca. Le contesto que no, que desde ayer no me siento bien. Y él responde que Laia está igual que nosotros. No nos decimos nada más, pero sé que en el fondo, disimulando con una sonrisa, los tres estamos pensando lo mismo.

3 comentarios:

Tryno dijo...

Lo de la comida fue un complot. Hijos de puta... ¡Voto por voto, tlayuda por tlayuda!

Anónimo dijo...

ah que estomagos tan hijos de puta, no aguantan nada. la proxima vez los sellamos con mezcal.

Laia Jufresa dijo...

y ¿por qué si comentan la de alvarenga y la mía nanais?? qué hijosdeputa