6 ago 2007

Ácido bórico

El asunto comienza en Oaxaca en los primeros meses del 2006. Tryno Maldonado, escritor zacatecano, viaja una vez al mes a la ciudad para asistir al taller literario que se imparte en el Centro Nacional de las Artes de San Agustín Etla y que coordina desde París, el escritor y editor Martín Solares. Para Tryno, como para todos los que compartimos la experiencia de ese taller, Oaxaca se nos reveló de la noche a la mañana como una experiencia surrealista, alucinante. No era sólo el paisaje desolado y sucio de sus calles, ni las barricadas que cercaban el centro de la ciudad, ni los retenes en las carreteras, ni los autobuses quemados. Era el ambiente que se respiraba, el miedo a salir de noche, las historias insólitas que circulaban entre la gente y que desde la comodidad de la casa que compartíamos en San Agustín Etla, nos gustaba comentar; al principio con morbo, después con asombro, al final, creo que algunos hasta con miedo. Lo sorprendente es que durante aquellos primeros meses, en nuestras ciudades de origen la gente apenas parecía darse cuenta de la gravedad de los acontecimientos. Uno describía frente a sus conocidos el caos que vivía Oaxaca y se topaba por lo regular con sonrisas incrédulas o indiferentes. En mi caso, al menos, no faltó quien cariñosamente me tachara de exagerado y alarmista.
Supongo que eso motivó a Tryno a escribir su ahora célebre cuento “Ácido bórico”. Una ficción en la que el personaje central narra su estancia, durante los días de la represión federal en Oaxaca, en un departamento infestado de cucarachas.
Primero lo subió a su blog. Luego el texto fue publicado en el número 439 de la Gaceta del FCE.
El día primero de agosto Julio Hernández López —en su conocida columna Astillero— publica que “por órdenes superiores” la gaceta había sido retirada de circulación, como una forma de censura hacia la crítica velada, pero mordaz que hacía Tryno en su texto. A partir de entonces “Ácido bórico”cobra relevancia más allá del pequeño círculo de lectores de la Gaceta y del blog del citado autor. La noticia de la supuesta censura se propaga como pan caliente. Escritores, activistas de izquierda, amigos y compañeros de Tryno, se dedican a difundir la buena nueva: el gobierno del “espurio” ha iniciado su cruzada en contra de sus críticos. Hay quienes se ofrecen a redactar y firmar un desplegado público. El Correo Ilustrado del diario La Jornada publica una carta de repudio a la censura del gobierno calderonista y el semanario popular Machetearte publica íntegro el texto de Tryno como una forma de apoyo y difusión.
Pero todo se desinfla muy pronto. Apenas un día después del escándalo, el propio Tryno Maldonado desmiente en su blog la versión de la supuesta censura. Más aún, el autor pide una disculpa al FCE, a la Gaceta y reitera que ha recibido siempre de todos ellos un respaldo total hacia su obra.
¿Qué pasó entonces? En realidad nadie lo sabe. Tengo conocimiento de algunos lectores de Astillero que dirigieron una carta al autor de la columna solicitando una explicación de los hechos. En mi caso, también le pedí a dicho espacio —vía correo electrónico— una aclaración. Pero hasta el día de hoy, el cronista oficial de los avatares y desventuras del “espurio” ha hecho caso omiso de nuestras peticiones. Y no sé por qué, pero empiezo a sospechar que el error no será reconocido ni en ése, ni en ningún otro de los medios que se escandalizaron en la primera etapa de este affaire, cuando todo apuntaba hacia la censura estatal.
Finalizo con un par de preguntas que rondan mi cabeza desde hace un par de días. ¿En qué momento la censura nos pareció más reprobable que el ocultamiento o la mentira? ¿no son acaso las dos caras de una misma moneda?
No voy a caer en la tentación de pugnar en este espacio por un periodismo o por una literatura desideologizada. No creo que exista en el mundo cosa parecida. Me parece, sin embargo, que si una ideología ha de permear la creación literaria o periodística, ésta debe ser la de la honestidad y la denuncia frente a las circunstancias que nos rodean. Sé —porque trabajo en un medio de comunicación— de los dilemas que entraña una actitud de esta naturaleza. Pero no creo que sea algo imposible. Ahí están Tryno Maldonado y su “Ácido bórico”, como ejemplo.

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