14 sep 2005

Bethza



A Bethza la conocí en Madrid. Compartíamos el mismo curso, el mismo Colegio Mayor y después de charlar un poco, pude darme cuenta que nos unían además los mismos gustos, las mismas preocupaciones, la misma forma de ver la vida. No pasó mucho tiempo antes de que se convirtiera en mi mejor amiga. Con Bethza pasé los días mas felices y tristes de mi estancia en Madrid y estoy seguro que la experiencia, sin ella, no hubiera sido la misma. Ahora, gracias a un adictivo programa de charlas en línea nos mantenemos al tanto de nuestras vidas.
Lo extraño sucedió ayer en el DF, cuando sin planearlo, sin esperarlo siquiera, me topé de frente con Bethzabé. Fue en Coyoacan, salía de un fastidioso examen para ingresar al posgrado cuando escuché que alguien gritaba mi nombre. En la calle de enfrente estaba Bethza con su amigo francés. Nos abrazamos, charlamos un poco y antes de despedirnos quedamos de vernos más tarde. Por cosas del destino, tuve que regresar ese mismo día a Puebla, así que sólo pude llamar para despedirme. De cualquier modo, verla me alegró no sólo el día, sino el fin de semana entero.
Hay algo extraño en la amistad, y eso es que justo cuando más lo necesitas, ésta, de algún modo, se hace presente. Ahora sé que lo de Bethza no fue casualidad. Necesitaba coincidir con ella en Madrid tanto como encontrarla ayer en una sucia calle del DF. Esas cosas me dan esperanza, me hacen pensar que la vida aún no pierde la capacidad de sorprenderme. No sé, quizá en unos años volvamos a encontrarnos en Australia o en Singapur. Sería chido.

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